EL PASADO SIEMPRE ESTA PRESENTE
El abuelo estaba sentado plácidamente en el sillón, en ese que más le gustaba, bien cerca de la televisión. Después del confinamiento no había día que no preguntara, ¿cuándo iremos al apartamento de la playa? , ya se le veía con muchas ganas de volver a ver a sus amigos en la asociación de jubilados, de dar sus largos paseos, de los que tanto presumía, por el paseo marítimo bajo el sol bajito de la tarde. - Hoy he paseado lo menos cinco kilómetros , decía....Sentarse en la biblioteca del Mar a saborear la sal de la brisa, a leer el periódico local del día, o a jugar por la tarde, después de comer, al bingo en el hogar de la gente mayor, donde tenía reservado el mismo sitio verano tras verano, en primera fila. Estaba bastante sordo, regalo que se trajo de una Guerra Civil.
Navarro, porque así lo conocían, aunque su nombre era José Navarrete, se levantó del sillón, aún con joven energía, se dirigió al final del pasillo, abrió la puerta de su habitación y del último cajón de su mesita de noche, sacó una caja metálica de galletas de mantequilla danesas, supongo que serían aquellas que compraban en aquellos viajes en autobús a Andorra a principio de los años ochenta, cuando aún valía la pena ir a comprar azúcar, chocolate, mantequilla, brandy o zapatillas de deporte. Se sentó en la cama y me llamó. Después de dos intentos fallidos hundiendo sus huesudos dedos en la arista de la caja, el metal sonó fuerte como casco de buque contra las olas y se abrió, dejando a la vista, una montaña de fotografías, como de dulces pastelitos que antaño estuviese llena , unas a color la mayoría en blanco y negro, una sonrisa inundó su cara...
Navarro, porque así lo conocían, aunque su nombre era José Navarrete, se levantó del sillón, aún con joven energía, se dirigió al final del pasillo, abrió la puerta de su habitación y del último cajón de su mesita de noche, sacó una caja metálica de galletas de mantequilla danesas, supongo que serían aquellas que compraban en aquellos viajes en autobús a Andorra a principio de los años ochenta, cuando aún valía la pena ir a comprar azúcar, chocolate, mantequilla, brandy o zapatillas de deporte. Se sentó en la cama y me llamó. Después de dos intentos fallidos hundiendo sus huesudos dedos en la arista de la caja, el metal sonó fuerte como casco de buque contra las olas y se abrió, dejando a la vista, una montaña de fotografías, como de dulces pastelitos que antaño estuviese llena , unas a color la mayoría en blanco y negro, una sonrisa inundó su cara...
- Cuando vamos a poder salir? repitió de nuevo.
- No lo sé abuelo, pero no creo que falte mucho, aunque la cosa aún está muy mal. Hay que tener paciencia.
Navarro me miró y empezó a remover las fotos de dentro de la caja y sacó unas cuantas al azar,
-Mira esta, aquí estamos tu abuela, tu madre y yo, creo que es en el mercado, al lado de la plaza Mayor, era guapa tu abuela ¿eh?.
Yo nunca pude llegar a conocer a mi abuela, murió demasiado joven.
-Que ojos mas bonitos tenia, ¿verdad?.
-Sí abuelo, era muy guapa.
-En esta, estamos toda la familia junta, mira tus tíos y tías, ahí estamos con los preparativos antes de hacer la paella, de los domingos, ¿ a que no sabes quién de ahí es tu madre?
- ¡Claro! , es esa, la de pelo negro, largo hasta la cintura, que jovencita, era una niña...
Navarro me miró y sin decir nada, bajó y subió la cabeza asintiendo..
Recuerdo cuando mi abuelo me acompañaba al barbero al salir del colegio a que me cortaran el pelo con raya al lado,
recuerdo cuando algún fin de semana me llevaba a ver a su amigo Blay y me invitaba a jugar unas partidas a las máquinas recreativas, aquellas en las que había que darle a una bola de acero y hacerlas golpear, para ganar puntos.
-¡Mira, mira esta foto!...esta es de cuando terminó la guerra, estaba yo en la mili, ¡tres años de mili!
a San Sebastián me mandaron, esta foto es en un parque cerca de la playa de la Concha, ahí íbamos a ver a las "marmotas"... y se puso a reír, viendo mi cara de no saber qué quería decir...
-Sí, si, las "marmotas" eran las criadas , que por la tarde, los jueves que tenían festivo, salían a pasear, jajaja... - reía de nuevo...
¿Hasta cuando vamos a estar aquí encerrados? a quien se le ocurrió este virus?,
al menos tengo el pasillo para caminar un poco.
-Abuelo, a tus más de cien años y después de todo lo que te ha tocado vivir, ¿ te imaginabas una situación como esta?.
Sin mirarme, cogió otra de las fotos, creo que no me había escuchado...
-Mira esta, creo que no te la enseñé nunca.
Claro que me la había enseñado, en la foto estaba vestido de chaqué con sombrero de copa y sonriendo, siempre sonriendo.
-Esta me la hice un día en la feria, estoy guapo verdad?
-Claro abuelo, pareces aún galán de noche....Me miró con sus ojos hundidos y sonrió.
-Claro abuelo, pareces aún galán de noche....Me miró con sus ojos hundidos y sonrió.
Siempre vivió conmigo, en casa de mis padres, después de morir mi abuela, nunca más se casó.
Él era el que decÍa que tenÍa que comerme las lentejas, que tenían mucho hierro, que en la guerra comía muchas. De pequeño, los sábados, cogíamos pan y arroz de la despensa para ir al parque y dar de comer a las palomas, a escuchar la orquesta tocar en la pérgola de madera, a ver los peces luminosos de colores, y los patos del lago, a enseñarme cómo coger velocidad en el columpio, impulsandome, levantando las piernas.
Aprendí de él, el amor por la lectura, después de comer, siempre lo veía leyendo desde aquellas novelas del oeste, hasta Julio Verne o Pío Baroja, hundido con aquellos personajes en busca de acción, al margen de la ley. Me enseñó a traquetear los nudillos de los dedos de las mano, cada chasquido era una novia que tendría, decía....
-Está muriendo mucha gente,verdad? no me lo iba a imaginar nunca, todo esto que está pasando, ¡pero si ya tendríamos que estar en Marte !,
yo ya lo tengo todo hecho, no voy a quedarme para simiente, si tengo que cerrar los ojos y poder volver a ver a tu abuela, eso que gano, pero toda esa gente tan joven...es una desgracia muy grande.
Sacó otra foto, -¡ mira ¡ , esta es cuando saqué por la noche, aquella lubina de más de seis kilos.
- ¿Pero abuelo, no eran cinco ?
- Bueno eran casi seis, la pesamos en la báscula de la panadería de tu tía, con sardina la saque, en el puerto, tus padres aún están sorprendidos, se la tiré en la cama nada mas llegar de madrugada, tu eras muy pequeño para acordarte, tuvimos que cortarlo en trozos, no cabía en la nevera, jajajaja, reía.
- Bueno eran casi seis, la pesamos en la báscula de la panadería de tu tía, con sardina la saque, en el puerto, tus padres aún están sorprendidos, se la tiré en la cama nada mas llegar de madrugada, tu eras muy pequeño para acordarte, tuvimos que cortarlo en trozos, no cabía en la nevera, jajajaja, reía.
De repente, - ¡ la cena está lista ! dijo mi madre.
Abuelo, la cena ya está.
-¡ Espera !,mira, la última, esta es del último cumpleaños, el de los cien...menuda fiesta, no?
-Claro abuelo, tú te mereces eso y mucho más, demasiado bien que lo pasamos, menuda sorpresa te llevaste..
-Podré ver este verano a mis amigos de la playa, a que si?
-Claro que sÍ abuelo, ¡ vamos !, la cena se enfría.
Se levantó del borde de la cama no sin demasiado esfuerzo y lo acompañe a la cocina, se sentó.
-¡Que bien! , lo que más me gusta, patatas, huevo frito y pan para mojar.
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