RELATO HISTORICO: Géricault y La balsa de la Medusa
Me indigné con la actitud negligente de quien se atreve a decidir por nosotros.
La Medusa encalló en dura arena,en costas de la lejana Mauritania,zarandeada por un apocalipsis bíblico en forma de tempestad.
Yo, Jean Louis André Theodore Géricault, deseaba plasmar este desastre nacional.
Me entrevisté con monsieur Coste, marinero superviviente al desastre.
—Llegamos a comer carne humana ..— me susurró entre sollozos, hundiendo su rostro en mi hombro derecho —.
—Pero lo peor de todo,era la sed, la ausencia de agua nos volvía locos,-señor Géricault,bebí mi propia orina,sabe que es eso?! monsieur Géricault , todos hacíamos lo mismo,lo mismo!. Ver cerca la cara de la muerte nos convertía en mucho más que animales salvajes,sólo queríamos vivir,vivir! y salir de ahí ,de la manera que fuese.—me relató Coste—.
A los pocos días decidí construír una réplica de la balsa a escala de manera perfecta.
Después de recorrer todas las morgues de Paris,mi gran amigo Étienne-Jean Georget, me suministró toda clase de partes humanas que necesitaba, del asilo de Beaujon,las cuales, él mismo se encargaba de transportar y dejar religiosamente en mi estudio.
Restos humanos todos ellos casi frescos, donde yo mismo podía observar con detalle su coloración, su rigor mortis,hasta atisbar su ausente alma, con el afán de llegar a reproducir la textura de la carne a punto de descomponerse.
En las Morgues,el olor era similar al hierro mojado, a metal,a monedas gastadas,a sangre.Los rostros de los cadáveres yacían llenos de muecas grotescas, amarillentos como la cera de las velas viejas.Nunca pude imaginar nada parecido a ello en mis veintinueve años de vida.
Los cuerpos, en el ambiente cerrado de mi estudio desprendían un dulzor empalagoso.
El taller se vio envuelto de muerte, de cuerpos inertes, como tristes muñecos de trapo.Mi mayor obsesión era plasmar y dotar a mi obra de esa realidad,de ese dramatismo. Manos,piernas,muslos,cabezas, quintaesencia del memento mori.
De manera ritual,despacio, iba depositandolos con cuidado sobre la réplica construida de la balsa.Extremidades entrecruzadas unas con otras.Todo ese horror que podía presenciar, no era nada,comparado al sufrido aquel dos de julio de mil ochocientos dieciséis,por aquellos pobres y desgraciados infelices.
—Señor Théodore, haga de su obra reflejo sin mácula de todo aquello que tuvimos que sufrir, hágalo monsieur, se lo ruego!,como si hubiese sufrido usted mismo esa inhumana agonía.
Éramos casi ciento cincuenta personas, maestro Gericoult,sabe?... al final pudimos vivir los más fuertes o quizá , los que Dios quiso.
Hoy en día,no puedo conciliar el sueño, si algo hay parecido al infierno,fue todo eso que vivimos y muchas otras cosas infames que por pecado mortal,no pienso ni debo relatarle—.
Me situé delante del infinito lienzo y
hundí mi ser en la tela.
El pincel iba al óleo, como ayudado por lánguidos y sufrientes espectros,
mi estudio se tiñó de un oscuro atardecer otoñal, era un autómata,los improvisados cuerpos desmembrados delante de mi, yacentes en la balsa, me hablaban, me contaban su agonía, sus ojos distantes me miraban y yo sabía que clamaban la oscura y liberadora venganza. ¡Maldito Chaumareys,no vas a tener descanso por toda la eternidad!.
Mis trazos, mis mezclas aceitosas de oleo,era todo un caos lleno de perfección, un homenaje a toda esa tortura,a toda esa esperanza,a toda resignación,para que sus almas, pudieran de una vez por todas descansar en esa paz, aquella paz que la vida, no tuvo a bien ofrecerles. .
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