No caía ni un copo de nieve

No caía ni un copo de nieve y sin embargo hacia frío.Después de caminar la larga avenida, en la plaza, en una pantalla, pude leer, seis grados,
me gustaba pasear en solitario los tres kilómetros hacia mi casa, después de la clase de refuerzo de inglés.
Llevaba un abrigo que no era suficiente para la humedad que se repartía entre mis huesos,pero sabía, que llegar a casa e imaginar a mi padre poniendo la caldera,era más improbable que seguir soñando en grandes abrigos de piel de osos rusos. Las calles estaban llenas de luces,los trabajadores de las tiendas de ropa del centro,ya cerraban las persianas,la calle estaba brillante,mojada,la humedad era intensa.
Me subí la cremallera hasta el máximo, rozando mi nuez adolescente, hasta lo alto del cuello.Seguí caminando hasta el viejo casino,donde mi abuelo vio a tanta gente arruinarse.En la Puerta del Sol,el árbol de navidad  ,orgulloso, con sus bombillas y su rutilante estrella en lo alto,me pareció más pequeño que hace diez años cuando aún íba a verlo acompañado de la mano de mis padres.
Después del largo paseo ,llegué a casa,en el portal,llame al interfono,dije,soy yo,me abrieron, subí,la casa estaba cálida, acogedora,mi padre había puesto la calefacción .
La casa desprendia olor a carne horneada,
mi abuelo  estaba
en el salón ,en su sillón ,frente la televisión,
me saludó como siempre hacia,me preguntó cómo me había ido, y alargó su mano para que se la estrechara.
Mi padre estaba en la  cocina , mi madre, sentada en una silla al lado de la mesa,partía nueces, mientras veia como mi padre terminaba de preparar todo.
Eran las ocho y media,ya estábamos todos en casa y en casa , aunque fuese nochebuena,siempre cenabamos pronto.


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