Nada más traernos el desayuno

Nada más  traernos el desayuno, entre las sabanas aún humedas,me dijiste que debías marcharte,
que tu marido llegaba de Munich en el avión de las dos,
dejaste el croissant y el café aún humeante,
que tu vida no era completa,
te abracé y te ayudé a ponerte el  abrigo que te regalé,
no me diste un beso,
mientras bajabas las escaleras  haciendo un hondo ruido con los tacones,
me di cuenta ,
que ya nunca volvería a verte más.

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